QUIERO SER COMO LOS DEMÁS




Este es un relato ficticio que refleja la realidad.

“Hola, me llamo Edu, tengo 15 años y tengo TDAH”. Esta podría ser mi forma de presentación. También podría presentarme de la siguiente manera: “Hola, me llamo Edu, tengo 15 años y tengo un montón de amigos”, o “Hola, me llamo Edu, tengo 15 años y soy el mejor en arreglar cualquier cosa que lleve motor”.


Cuando me diagnosticaron TDAH

Pero mi historia empieza mucho antes. Me diagnosticaron un TDAH cuando tenía 9 años. Ese día, creo que realmente fue un gran día para mi, porque en ese momento para la profesora dejé de ser el niño travieso que se portaba mal porque quería, un “demonio” como me decía que era y pasé a ser un niño con necesidades educativas específicas. Lo crean o no, al principio me sentí muy aliviado, pero claro, desde ese día me empezaron a tratar como si fuera tonto, cosa que aunque no me gustaba, sí que era mejor que ser tratado como si fuera un gamberro de poco más de 1 m. de altura y es que, francamente, no paraba quieto y la “liaba” a menudo en clase. Por decirlo de alguna manera, no me gustaba ser tonto ni gamberro, pero a los tontos se les ayudaba y a los gamberros se les rechazaba. Eso lo aprendí pronto y sin que me lo enseñaran.

A los que lean esto les debo decir que al principio del diagnóstico todo fue bien. De sentarme en la última fila de clase, pasé a la primera, y con ayuda de la medicación, pude empezar a observar que si antes quería portarme bien y no equivocarme en las sumas, ahora, si me daba la gana, sumaba mejor que nadie y empezaba a levantar la mano, a mantenerme quieto en la cola, a dar las gracias y a recibir elogios (uf, los elogios, eso nunca antes me había pasado, que bonito el primer día que la profesora dijo delante de todos: “Enhorabuena Edu, un 8!”). Las notas y la conducta mejoraron porque me esforzaba y quería que mis padres y profesores estuvieran orgullosos de mí.

Me di cuenta de que el problema no era el TDAH

También quería ser mejor persona, pero cuando ya llevaba unos cuantos sietes, ochos, nueves y algún diez, en 5º de primaria, lo oí: “¡Edu, saca buenas notas porque toma medicación. Es un yonqui!”, “¡Edu va al psiquiatra, lo sé porque se lo dijo su madre a la mía”. Ese día no pude contener mi rabia, pegué al niño que lo dijo, me puse a llorar y me marché del colegio. Sé que actué mal, pero fue entonces cuando empecé a comprender que el problema no era el TDAH, que el TDAH no me hacía distinto, que eran los demás los que me hacían distinto; que el problema no era ser diferente, que el problema era cuando los otros me recordaban día a día las pequeñas cosas en las que yo era diferente, pero diferente sólo en esas cuatro siglas: T-D-A-H.

Hoy ya tengo 15 años y todavía no soy mayor o, al menos, todavía no lo suficiente para sentirme lo bastante fuerte como para que las opiniones de los demás no me afecten lo más mínimo. Pero lo diré claro: “papás, maestros, compañeros de clase, amigos, a todo el mundo, yo os puedo y quiero ayudar a saber relacionaros mejor con un chico con TDAH”.


A mi profesor:

No quiero de tu clemencia, quiero de tu justicia

En primer lugar, a ti, estimado profesor, te pido que me trates como a cualquier otro chaval, quiero que me felicites y que me regañes, por lo que hago y no por lo que soy; no quiero compasión pero tampoco aceptaré la injusticia; cuando a ti, profesor, te recuerdo que, por favor, para el examen de alemán necesito más tiempo para terminarlo, porque a mi me cuesta la información escrita, no quiero de tu clemencia, quiero de tu justicia, porque a un adolescente con una lesión en la rodilla tu le permitirías correr los 100 m. en más tiempo. Es lo justo. Tampoco me parece justo que digas cosas como que el TDAH de este niño es un cuento, o cosas del tipo, el TDAH no existe. Yo no sé si existe, pero sé que gracias a alguien que le puso nombre a lo que me pasaba, pude tomar un tratamiento que me ayuda a conseguir mis objetivos junto con mi empeño. No soy médico ni psicólogo clínico, pero tu tampoco, y no me parece correcto desautorizar a estos profesionales como a veces haces, como tampoco me parecería correcto que ellos enseñaran alemán. A mi tu no me ayudas así, tenlo en cuenta.

A mis padres:

Vosotros también tenéis días malos

En segundo lugar, a mis padres, os digo que quiero ser vuestro hijo Edu, no el hijo con TDAH. Eso vale también para cuando tengo un mal día o cuando estoy enfadado y, por tanto, no quiero oír más aquello de: ¿Edu, te has tomado la medicación? Papá, mamá, tete, tata, a todos vosotros, os lo diré claro: Os quiero mogollón y, por eso, cuando tenga un día malo, prefiero que digáis lo mismo que dicen los otros padres a sus hijos: “Edu, cariño, hoy estás hecho un adolescente, pero se te pasará”, porque ser adolescente también es guay, y es así como son también mis compañeros de clase y mis amigos, todos somos adolescentes, y como todas las personas, nosotros también con días buenos y días malos, pero no quiero que eso se achaque a la medicación ni al TDAH, porque vosotros también tenéis días malos y yo no lo mezclo con la diabetes de papá ni con el colesterol de mamá”.
A mis amigos:

Quiero ser parte de vuestra vida y que vosotros lo seáis de la mía

En tercer lugar, a mis compis de clase y, en especial, a mis amigos, deciros que quiero ser uno más de vosotros, no quiero oír más el típico comentario de a ti te lo ponen más fácil porque eres hiperactivo, ¡porque no es cierto!. La hiperactividad que decís, me lo puso muy difícil, y aún a veces me lo pone, también en el cole y ahora en el instituto, primero porque mis profesores no esperaban nada de mí y me los tuve que ganar con esfuerzo, día a día; después, porque en mi casa siempre se preguntaban que hacían mal conmigo para que yo no me portase bien, y eso me hacía sentir culpable. Pero quizá, lo más duro, porque me costaba controlarme, era que molestaba fácilmente a los demás niños, me peleaba en los juegos y vosotros/as me acababais dejando de lado. No soy un chaval perfecto y quiero que me tratéis como eso, como vuestro perfecto amigo imperfecto, el que siempre se mancha cuando come una hamburguesa triple con mayonesa, al que se le da una colleja de buen rollo cuando la caga, como yo hago con vosotros, pero también me gusta un abrazo cuando marco un gol de chilena, porque en eso también soy diferente a vosotros y eso siempre lo habéis llevado bien. Quiero ser parte de vuestra vida y que vosotros lo seáis de la mía.


Para acabar os diré que un día alguien me contó que en la vida lo peor que te puede pasar no es estar solo, sino sentirte solo aunque no lo estés; a veces tratar diferente a alguien por cualquier problema, defecto, rareza o dificultad, acaba haciéndote sentir así. Está en manos de todos nosotros evitar estas cosas, fijándonos más en lo que nos une que en lo que nos diferencia, sabiendo ver en la diferencia del otro, el valor, la riqueza y la grandeza de ser distintos, pudiendo aprender de ella, haciéndonos a todos mejores personas, pero para eso debemos librarnos de prejuicios y ver al otro como si se tratase de nosotros mismos.

“Hola, me llamo Edu, tengo 15 años y hoy he decido dar un nuevo sentido a las siglas TDAH que hasta ahora me han acompañado. Sí, yo soy un chico T-D-A-H: T=Tenaz; D=Diligente; A=Asertivo; H=Humano. Ese soy yo, por si todavía no os habíais dado cuenta.”

creditos tdah y tu 
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