LOS NIÑOS CON TDAH NO SON MARCIANOS




“Es buena chica pero muchas veces nos marea”, es una frase que no resulta agradable escuchar cuando la pronuncian las mejores amigas… de tu hija.

Los tres grandes mundos de los niños y adolescentes son la familia, el colegio y los amigos.

Muchos padres se dan cuenta que sus hijos con TDAH son menos populares que sus hermanos sin TDAH, que a ellos les invitan a menos cumpleaños, les llaman menos veces sus amigos para salir, y les dan más plantones. También les llaman menos para consultar las tareas y no suelen ser los compañeros de grupo preferidos a la hora de hacer trabajos en común. Se ha descrito que el TDAH puede ser agresor o víctima de Bullying, pero esta circunstancia es excepcional y la mayoría sin llegar a esos límites, sí que presentan menos reconocimiento social que la media en los sociogramas.

El mundo de los niños

Los niños y las niñas, desde muy pequeños suelen ser muy estrictos en el cumplimiento de sus propias normas, así toleran muy mal a los que hacen trampas o a los que abandonan sin más las actividades. Desconfían del que rompe los pactos, de quienes son incapaces de mantener un secreto, del que habla sin escuchar, del que se pica fácilmente por todo y no tolera una broma. Los niños con TDAH muchas veces sin querer, son bruscos en sus movimientos, gritan o hablan muy alto cuando están excitados, por la dificultad de autocontrol, descuidan el material que les prestan sus amigos, o lo pierden.

Etiquetan más si cabe que los adultos, el tímido, el responsable, y el empollón (que no es necesariamente quien mejores notas saca sino el que dedica más tiempo y más preocupación por los estudios). En esa taxonomía los TDAH no suelen quedar bien parados. Empollón es quien se pasa mucho tiempo estudiando, independientemente de los resultados. Quizás suene extraño pero hay muchos empollones entre los TDAH, especialmente cuando los padres consiguen un control férreo con los estudios de sus hijos a fuerza de un gran desgaste personal y a costa de obtener resultados mediocres o en todo caso muy por debajo de lo esperable para su capacidad intelectual y el esfuerzo realizado.

Y desde muy pequeños se dan cuenta que además de no portarse mal en casa o sacar peores notas no caen tan bien a los amigos, y todo ello afecta a su autoestima y en el fondo les duele aunque se esfuercen por quitarle importancia, o aparenten ignorarlo u olvidarlo pronto porque es cierto y hay que consignarlo en el haber, (que ya va siendo hora que digamos lo positivo) que no son resentidos.

Los compañeros admiran al osado siempre que sepa salir indemne, valoran al hábil, y en ocasiones pueden ser tolerantes con el torpe, sobre todo cuando no es el culpable de que pierdan en los juegos. Por el contrario rechazan al mentiroso. La forma de vestir puede seguir reglas en función del entorno social pero casi siempre, y sobre todo las niñas, criticaran al que viste excesivamente sucio o descuidado. Reír las gracias en clase puede ser habitual, pero esa complicidad con el desacato se limita a la transgresión y no va más allá salvo con compañeros similares. Además hay circunstancias en las que hay que saber cortar las risas y los gritos (por ejemplo cuando aparece el profesor en el aula) y los cambios bruscos los llevan mal los niños con TDAH. Podrá no ser el primero en empezar a reírse o armar follón, pero casi seguro que son de los últimos que se callan.

Los amigos son parte de la respuesta

Cuantas veces los clínicos nos hemos preguntado ante un chico con TDAH ¿este cómo se comportará ante sus iguales? La prudencia y la ética nos hacen ser muy escrupulosos en este sentido, pero sin pretenderlo y a pesar de las advertencias por nuestra parte, en la consulta recibimos mensajes y comentarios de otros padres y otros menores atendidos.

Nuestros hijos no nos perdonarían que investiguemos a sus amigos, si se enteran de que lo hacemos, pero ¡qué sorpresas se llevan los padres cuando ven interactuar a sus hijos desde muy pequeños en su ambiente!

La familia (padres) no siempre son buenos informadores de la clínica de TDAH cuando solo tienen un hijo o todos los hijos que tienen presentan TDAH. En estos casos les resulta difícil diferenciar lo que son y lo que podrían ser si no lo fuesen. A los padres se nos olvida su infancia y lo que recordamos está idealizado por el paso del tiempo.

Las escalas clínicas del diagnóstico se basan en la evaluación de los síntomas de atención e hiperactividad por parte de padres y profesores y están muy bien construidas, pero a los clínicos nos queda una duda en el diagnóstico, porque estamos perdiendo una fuente de información muy importante y exclusiva en muchos momentos del día: la interacción social de nuestro hijo con los amigos.

No parece viable construir un “cuestionario de Conners para los colegas”, quizás pueda tener más sentido en el TDAH del adulto… Lo que si estoy seguro es que la información de lo observado por los amigos convencería a más de un padre reacio a asumir el diagnóstico y el tratamiento.

Sin caer en lo invasivo, respetando con prudencia la intimidad y sin abrumar a nuestro hijo con preguntas y menos a sus amigos, invitamos a los padres a que se fijen en las amistades, la manera de interaccionar con ellos, la diversidad o la exclusividad de sus amistades, la frecuencia y las características de la interacción en lo presencial (porque si os parece, dejamos para otro día las redes sociales…)

Los niños con TDAH no son marcianos

Les gusta lo que a otros niños y se sienten orgullosos y felices cuando reciben elogios y halagos merecidos. El niño con TDAH a veces pasa por ingenioso, original, atleta, más que por practicar un deporte victorioso,  porque no se cansa. A veces se muestra libre, divertido, descarado, incapaz de someterse a las normas (a veces ciertamente opresivas) de la sociedad y las desafía con la acción o el rechazo explícito. Dice lo que piensa a costa de no pensar siempre lo que dice lo que suscita una mezcla de asombro y de envidia entre sus compañeros más recatados.

No es cierto que padecer el trastorno estimule la creatividad, y en todo caso, el precio a pagar acaba siendo muy caro. Confundir creatividad y desinhibición sigue siendo un error frecuente entre aquellos que no consideran el TDAH un trastorno. Cuando se trata a estos niños no se les corta las alas, no se les resta originalidad, sino que se les ofrece un recurso que no poseen para aplazar las gratificaciones un límite tolerable aceptado socialmente, y similar a sus compañeros sanos que facilita la socialización basada en el respeto de los límites y necesidades del otro.

El éxito del tratamiento no es solo mejorar las calificaciones, supone mejorar la relación social con interacciones más apropiadas, y la confianza de sus compañeros y amigos que lo verán fiable, digno de confianza, lo que redunda en el motor de todo cambio: la autoestima.
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