Mi hijo no es el mismo



Cuando la entrada en la adolescencia parece no explicarlo todo. La sintomatología de una depresión en adolescentes.


Las cifras, según la cuales suelen darse a la par una depresión y el TDA o TDAH en una persona, indican que es más frecuente que lo que se puede explicar por la casualidad. Las cifras en los estudios en niños y adolescentes (más que en los de adultos), sobre la presencia de TDAH con depresión llegan a oscilar hasta, entre un 5 y un 50%. Sin embargo, como señalan Brunsvold et al (2008): “el TDAH y los trastornos depresivos a menudo son difíciles de separar en la práctica clínica. Los niños deprimidos suelen mostrar más irritabilidad y más falta de atención que tristeza, lo que puede conducir a un mal diagnóstico del TDAH”.

La expresión: “algo ha cambiado en él/ella”, está siendo muy frecuente en las consultas de padres con niños o adolescentes, más en los segundos. Puede variar en intensidad, hasta expresiones mucho más categóricas -expresadas con gran preocupación- como, “no es el mismo… no es la misma”.

Los padres, normalmente, cuando consultan, ya han buscado alguna explicación a cambios que resuenan como demasiado bruscos, incluso, para ser explicados sólo por el “paso a la adolescencia” (si bien la pubertad es un factor que parece clave). Los padres buscan a través del aporte a los profesionales una posible causa, que ello les ayude a actuar sobre la misma.

La depresión en adolescentes con TDAH

Una de las explicaciones que puede dar el profesional, suele ser sin embargo la menos aceptable (aunque, pueda no ser contradictoria con lo que explican los adolescentes): “se trata -o puede tratarse- de una depresión”. Llevo años, pero más en los dos últimos, aprendiendo que “ese” diagnóstico genera una gran angustia en los padres. Desde una perspectiva profesional pragmática, se puede pensar, y así lo hacía yo hace tiempo: “pero… ¡si es en sí menos grave lo que les digo, que el que le diagnostiquen de otra enfermedad!” … Y, de hecho, las analíticas que se pidieron para estudiar ese cansancio (que parece más intenso algunos días); ese estar dormido, o dormida hasta en clase (algunos días más que otros); o esa pérdida-ganancia de peso; suelen mostrar, no obstante, que “todo” está bien; lo cual parece desconcertar aún más. Pero la reacción de los padres es comprensible, pues, aunque el profesional intente dar el diagnóstico, con preocupación, pero sin alarma, una depresión no es cualquier cosa. A veces un padre o una madre pasaron en su momento por una depresión, o vieron la situación generada por ella cuando eran pequeños. La auto-promesa, en estas situaciones, de “no dejaré que lo mismo les ocurra a mis hijos”, se desmorona cuando el profesional da el diagnóstico de depresión; y la mayoría de las veces, cae arropada por la culpa: “entonces…, ¿qué he hecho yo mal?”.

La depresión endógena

Curiosamente, la respuesta sobre un motivo que nos parece muchas veces la menos lógica, es la que el propio adolescente da, afirmando no saber el “por qué…”, o que no se trata de “ese motivo” que los demás aseguran. Y esto lo afirman, a pesar de que  “ese motivo” que los demás creen que es la razón, pueda ser una experiencia previa más o menos dramática, inclusive, una ruptura entre padres o el fallecimiento de un progenitor. Y lo afirman porque ya han sentido profundos sentimientos provocados por aquel hecho de su biografía, y lo que ahora sienten es distinto, inclusive, menos manejable, y más inexplicable a los demás.

A muchos nos sonará haber oído hablar sobre algo llamado depresión endógena, o biológica, como contraste a otro tipo de depresión producida por acontecimientos “externos” (depresión reactiva). Y probablemente, todos eligiésemos lo segundo, pues pensamos que “algo” que surge a partir de un acontecimiento externo, será más controlable (aunque no pensemos que sea menos duro). Pero algo sobre lo que nos dicen que no se sabe la causa, en lo que pueden actuar factores genéticos, y que, incluso, puede en ocasiones precisar, además de la psicoterapia, la prescripción de medicamentos, es “algo” que sentimos que, escapa a nuestro control como padres. Y quizás haya que aceptar que, efectivamente escapa a nuestro control.

Pero, aunque hablemos de una depresión “endógena”, “lo biográfico” y “lo biológico”, en realidad, siempre concurren al mismo tiempo. Lo biográfico, por ejemplo, un acoso escolar experimentado cursos antes, puede que retorne entre los pensamientos y recuerdos que aparezcan inundándolo todo en lo que llamamos y llaman, “momentos de bajón”.

La primera pregunta que puede surgir, es, ¿y cómo el adolescente distingue ese algo distinto que ocurre en una depresión que llaman endógena? Una de las respuestas más válidas sería, que los adolescentes (al igual que los adultos) sienten, el “sentimiento de vacío”.

Sentir que no siento

Y esto puede sonar extraño al principio, pero una de las cosas que más angustia, es “sentir que no siento”. La angustia de ese vacío, se encuentra muchas veces detrás de comportamientos (aunque muy infrecuentes) que nos horrorizan, sobre todo por lo “aparentemente” absurdo de los mismos, como son las autolesiones. Pero, en modo alguno, lo anterior sugiere que estos comportamientos sean los comunes. Y, por otra parte, aunque este sea un tema de debate científico, van más bien dirigidos a detener, esa inundación de pensamientos negativos.

Pero todo sigue siendo más complejo, pues, pareciera que todos los comportamientos fueran “absurdos”, tratándose de una depresión, y más aún en adolescentes. Porque, “¿quién puede entender que mi hija, o hijo esté con depresión? Si… no lo está cuando se trata de salir con sus amigos/as”; o, “si no está igual de deprimido todos los días…, ni a todas las horas”. Pero, lo que resuena más absurdo aún es la respuesta, que confirma esta “absurdidad”, aparente. Respuesta que, para mayor confusión, también suele sonar absurda a los profesionales enfocados al tratamiento de adultos. Así que no queda más remedio que explicar, a qué puede aludir la expresión: “cosas que parecen absurdas”. Realmente, lo mejor para explicarlo es basarse en la metáfora que mejor parece describir todo esto: Es lo que se conoce como “la montaña rusa”.

La montaña rusa

Y es que realmente todos los días pertenecen a la misma montaña rusa. Para alguien que como yo, lo pasa mal en toda estructura vertiginosa, lo que quieres es,1 no estar en esa “atracción”; y si ya lo estás, hasta durante los momentos que serían de alivio (en que, por un momento, todo aparentemente va bien hacia arriba), te angustias por el siguiente “precipicio”, que llegará. Y nunca sabes si el peor momento es cuando se inicia el descenso, o lo es cuando el descenso se frena bruscamente. Y tampoco entiendes a los demás, ni te entienden a ti (hay que sentirlo para vivirlo, y está intencionadamente escrito en ese orden). Por todo ello, la expresión correcta es: “la montaña rusa de las emociones y conductas”, pues cuando se alude a ella de esta forma, todos entendemos que nunca es de forma positiva.

Y, ¿en qué consiste esa montaña rusa traducida como depresión?: Laura (por supuesto los nombres son ficticios, no así las palabras), lo explicó una vez en su momento de mayor depresión de esta forma: “Hay días en que todo va peor…, y los otros (días)…, en los que sólo existes”. Parece a primera vista, como expresión filosófica propia de la adolescencia; pero realmente, la expresión es muy gráfica.

Existen tramos en la montaña, que son series de días, en que por momentos (como tramos dentro de los tramos), se produce la caída: él o ella, están más irritables; con la mirada más perdida; más apáticos; con quejas de cansancio no siempre explicables por la actividad; sin ganas de comer, pero comiendo con ansia en otro momento; durmiendo menos, pero desplomándose después de la hora de comer; “activos” para jugar con la aplicación “x”, pero durmiéndose en clase; creando dudas sobre si es que no se entera de lo que le dices a determinadas horas, o realmente no se entera…

Los síntomas de la depresión en adolescentes con TDAH

Y contra toda aparente lógica, aquí lo contrapuesto no es causa de lo opuesto, pues: dormirse durante el día, coincide, pero no tiene que ver con no dormir durante la noche; estar cansados, sí tiene que ver con no realizar ningún ejercicio; tener en determinados momentos a modo de atracones, coincide, pero no tiene que ver, con el estar inapetente el resto del día. Y todos tienen que ver con la depresión, pero están actuando causas distintas.

No en vano, a esta parte sintomática compuesta de: hipersomnolencia diurna, cansancio (descrito como si brazos y piernas fuesen de plomo), y necesidad imperiosa (o “craving”) por comer alimentos ricos en hidratos de carbono o almidón, se le conoce también, dentro de la Medicina, como síntomas “atípicos” de la depresión. Y, más que reemplazándolos, esto ocurre de forma que estos síntomas atípicos, se solapan con los “típicos”.

Síntomas típicos de la depresión: la falta de energía, el desinterés por las cosas que antes motivaban (las aplicaciones digitales actúan de otra forma), la apatía, el insomnio (más habitual en adultos es desvelarse muy pronto), la dificultad importante para la comprensión, la atención y la memorización; y la retirada social.
Síntomas frecuentes de la depresión en adolescentes y niños: la irritabilidad (extrema); la variación de estados de ánimo y de energía entre distintos días y dentro del mismo día; y el buscar la compañía del grupo social. Y, respecto a lo último, hay que pensar que, con todo, no se disfruta de la misma manera; ya que, también nos preocupamos si no salen, y con razón.

Y algo frecuente en niños y adolescentes, así como lo es en adultos, pero hay que explicarlo muy bien, son las ideas en torno a la muerte. Y sin banalizar en absoluto, explico que no es lo mismo: uno, que no te importe que una máquina apisonadora te pase por encima, a dos, todo lo que supone buscar y ponerse ante dicha máquina. Aun así, ambas formas de pensar son muy angustiosas. Y en ambas habrá que actuar, pero siempre, situación por situación, y acompañado por alguien que sea profesional. (Y en esto, como en muchas cosas, incluso para el profesional de esto, si se trata de algo que le esté pasando a sus propios hijos, será para ellos y para sí mismo, el peor que pueda haber; a menos que pida ayuda a otro profesional).

Por todo lo anterior, aunque muy resumido, es evidente que contar cómo uno se siente cuando se sufre de una depresión, es muy complejo, porque nada parece cuadrar, ni lo más lógico. Se pueda quizás así comprender, lo difícil que es determinar si un mayor grado de distracción, o de aparente falta de memoria, se corresponden con la clínica de una depresión, o la de un déficit de atención no diagnosticado (pues no siempre los malos o buenos resultados académicos significan la presencia o ausencia de TDA o TDAH). O, de igual forma, si los enfados temperamentales, dada la irritabilidad, son propios de la clínica TDAH o de la depresiva… Y quizás la afirmación más importante respecto a qué se debe abordar terapéuticamente antes, sea que, cuando se detectan ambos problemas, los dos precisan al mismo tiempo atención.

creditos TDAH Y TU

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